La sombra del Arropiero volvió a sobrevolar la Plaza Alta de Badajoz.

Como os habíamos contado la Liga de la Ciencia Pagana volvía a Badajoz para poner en escena ese Arropiero que a tanta gente inquieta, incluso después de muerto. Y lo hizo como no podía ser menos a la Sala Aftasí, un espacio que, enclavado a la sombra de ese lugar mágico y trágico a la vez que es la Plaza Alta de Badajoz, se ha convertido en nuestro cuartel general cada vez que la LCP actúa en la ciudad pacense. La Sala Aftasí es, sin duda, no sólo un lujo para Badajoz sino para toda Extremadura, un proyecto empresarial privado que sobrevive a modas y tendencias gracias al tesón de sus promotores (Gracias, Vicente) y a la ilusión de la gente que en ella trabaja.

La elección del lugar para nuestro Arropiero no es gratuita. Como os hemos contado, a lo largo de la “performance” se pueden ver imágenes de Queridísimos Verdugos, la película demoledora que el heterodoxo Basilio Martín Patino rodó sobre los tres últimos verdugos que quedaban allá por los setenta en estas tierras. Curiosamente dos de ellos vivían en Badajoz, y se les podía ver por la Puerta de Palmas, en el Bar Guadiana, con esa mirada gris del que todo lo observa.

Buena parte de la película está rodada en una antigua taberna del entorno de la Plaza Alta, el Mesón de los Castúos. Un lugar que no existe ya pero que estaba situado a escasos doscientos metros de la Sala Aftasí. Qué mejor lugar para intentar estremecer al público.

Volviendo a la noche de autos, la comenzamos, como de costumbre, en el Samarkanda, un precioso local donde uno puede escuchar buena música en un entorno que evoca lejanas y añoradas geografías.

Paseamos después por esas callejuelas con tanto encanto que rodean la catedral y la Plaza de la Soledad, y que en los últimos años se ha llenado de cafés, terrazas y agitación cultural.

Pasadas las dos de la madrugada Juan Luis subió al escenario de la Sala Aftasí, y con ello comenzaban 23 minutos inquietantes y pasados por agua ensangrentada.

Leandro daba buena cuenta del bajo mientras Pizarro repetía una y otra vez, en una desquiciante letanía, la palabra CRIME, mientras en las pantallas iban desgranándose imágenes de verdugos y sangre.

Son, sin duda, 23 minutos agotadores. Una bofetada en la cara del espectador. Una bofetada convertida en sangre, la sangre que sale del bidón en el que Juan Luis ejecuta buena parte de la coreografía.

El público asistió expectante a veces, incrédulo también, con ganas de mojarse alguno, incluso, según confesó una vez concluida la sesión.

Cerramos la Aftasí y fuimos a tomar las últimas copas al Mercantil, para terminar comiendo un bocadillo a tres pavos en el Comilón.

Así acabó nuestra noche sabatina. Podéis ver algunas fotos que hizo Chelo, como buenamente pudo, a la espera de que pedrojgómez nos mande las suyas que seguro serán un lujazo como nos tiene acostumbrados.
Continuará.